Alice Legendre: Mi posparto y el de todas las madres - Élhée

Alice Legendre: Mi puerperio y el de todas las madres

Alice es madre de Marthe, de 3 meses y medio. Después de dar a luz, recibió dos bofetadas, la del amor y la del posparto. Le hubiera gustado que la informaran, que le dijeran que las secuelas del parto pueden ser tan duras, pueden doler tanto. Alice habló sin tapujos para Le Journal d'Élhée, contándonos su experiencia posparto con sus propias palabras, ¡pero en común con tantas otras madres!

Mamá durmiendo la siesta con su hija tras dar el biberón a Elhée

Mi posparto y el de todas las madres

"Marthe nació el 14 de diciembre de 2020. La bofetada. El puñetazo en la cara. El sol de mi vida. Su sonrisa irónica, sus grandes ojos llenos de asombro, casi tan grandes como los nuestros. El olor a naranja, el olor a leche y todas las cosas indescriptibles que pasan por mi cuerpo y mi cabeza. Alegría, verdadera alegría.

 

La llegada de un bebé y el torbellino que le sigue. Emocional. Físico. Si no esperaba sentir tantas cosas nuevas, amor, puro amor, de ese que atenaza las entrañas, visceral, que a veces duele tanto el corazón que es vívido, que arranca lágrimas calientes en una habitación de hospital, tampoco esperaba el sufrimiento que sigue al parto. El posparto. Todas las cosas que no me habían contado, de las que no me habían hablado.

 

Pasé horas aferrada a Marthe en nuestra habitación de la maternidad, intentando que no sintiera demasiado mi dolor, sin atreverme a contárselo a los demás, sonriendo a pesar de que sufría mucho. No lo sabía. No sabía que se podía tener tanta incomodidad al intentar levantarse después de una cesárea, no sabía que no podría orinar después de la anestesia, que llevaría una sonda durante tres días, no sabía lo que eran las fosas, que se podían seguir teniendo contracciones después de dar a luz, no sabía que la bajada de hormonas podía ser tan violenta, tan brusca. No sabía que te podían doler tanto los pechos al dar el pecho. Que las grietas podían ser tan graves. Que a veces la angustia da paso a días oscuros y te preguntas cuándo resurgirás. Pasé horas sintiéndome culpable por no saberlo, estúpida, sola. Horas de miedo. Largos minutos mirándome en el espejo del baño, sin entender aquella barriga que seguía pareciendo la de una embarazada, mirándome las bragas y toda la sangre que manaba de mí. Me preguntaba por qué nadie me lo había contado, por qué mi madre no me lo había dicho, por qué las mujeres no hablan de esto entre ellas.

 

Después de dar a luz, tuve pancreatitis. Una inflamación del páncreas causada por cálculos biliares. La pancreatitis es rara. Lo que es menos raro es que las voces de las mujeres no sean escuchadas. Mis ataques eran inmensos. En el pecho, en la espalda. Fui a urgencias dos veces. La primera vez, un interno resopló cuando intenté decirle que sabía que me pasaba algo anormal. Cuando intenté hablarle del fuego en mi cuerpo. La segunda vez, me dijeron que tenía ataques de ansiedad. Tuve que insistir. Hablar con mi médico de cabecera. Decir que estaba a cuatro patas en mi cuarto de baño. Que me sentía morir. Que me iba a morir si no hacíamos algo. Finalmente me hospitalizaron, lejos de Marthe, lejos de su olor, de su cálido cráneo, lejos de su piel y de su aliento, viví doce días con una sonda nasogástrica, me extirparon la vesícula. Sentí que había perdido mi cuerpo.

 

Si bien la pancreatitis es una experiencia personal, lo que es común es la falta de ayuda psicológica, la dificultad del mundo médico para escuchar a las mujeres que dicen sufrir, el abandono de las madres durante el posparto. Conocí a gente amable, a comadronas maravillosas, a enfermeras mágicas, mi pareja, mis padres y mis amigos fueron de gran ayuda, pero estaba sola, terriblemente sola.

 

No culpo a las mujeres. No a mi madre. Ni a mis amigas. No a todo este ejército de guerreras a las que se les pide que no hablen demasiado de su sufrimiento, a las que se les hace entender que realmente no podemos ver qué aplaudir cuando están en casa con los niños, cuando los cuidan, cuando los alimentan, los lavan, los cambian, los educan, a las que se les hace entender que ahora que han dado a luz, es el momento del bebé, que sus necesidades son menores, que su salud esperará. A ellas les envío toda la fuerza que puedo. Les digo: hablemos entre nosotras. Hablemos de nuestra maternidad, de nuestras maternidades. Hablemos del posparto. Luchemos. "

 

Bebé tomando un biberón anticólicos Elhée
Alice Legendre y su hija Marte para Elhée

Sigue a Alice en @alicepostparto y descubre el poder de sus palabras.

Fotos de crédito : Legendre & Dève ©

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